A principios del 2011, en Egipto estallaba el movimiento que, en el contexto de la Primavera Árabe, logró propiciar la caída del ‘faraón’, Hosni Mubarak, quien regía el país con mano dura desde 1981. Ahora, tras una década, la cuestión es si las demandas de la revolución han llegado a materializarse.
Esta ha sido una década convulsa y de transición para la República Árabe de Egipto, que en un primer momento era de esperar que estuviera marcada por la ola democrática y la promoción de los Derechos humanos. Sin embargo, el panorama actual no va nada más lejos de la realidad.
El actual mandatario del país, Abdelfatah El-Sisi, dista mucho de ser el líder democrático que el pueblo demandaba. Desde su llegada al poder en 2013, a través de un golpe de Estado, la censura y represión han estado a la orden del día. En una reciente entrevista, Al Sisi llegaba a afirmar que la revolución de 2011 aun no ha concluido, justificando así la falta de libertades y la dureza ante la oposición. Con el gobierno de Al Sisi, el terrorismo y los grupos armados han ganado una gran relevancia en el país, destacablemente en la península del Sinaí; de hecho, Al Sisi declaró como grupo terrorista a los Hermanos Musulmanes, muy vinculados al anterior mandatario, Mohamed Morsi.
La situación se torna especialmente delicada si hablamos de los grupos promotores de los Derechos humanos y otros colectivos no gubernamentales y activistas de la sociedad civil. El pasado 22 de febrero, en el marco de la última sesión del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, se propuso el establecimiento de un mecanismo de supervisión de la situación en Egipto. “Los gobiernos en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU deberían enviar al Gobierno egipcio el mensaje, largamente debido, de que los abusos son y serán supervisados y denunciados y de que los valientes egipcios que hacen frente a la opresión a diario no están solos en su lucha”, defendió John Fisher, director de Human Rights Watch en Ginebra.
Este puede ser uno de los mayores avances en cuanto al proceso democratizador en el país, donde se estima que existen alrededor de 60.000 presos políticos.
En definitiva, tras una década desde la Primavera Árabe, muchos de los factores que desencadenaron las protestas en Egipto siguen vigentes a día de hoy, lo que puede llevar a cuestionarse si la revolución de 2011 supuso un verdadero cambio de paradigma o tan solo una rotación en el poder.
Iván Maroto
Fuente: Egipto cumple diez años desde la caída de Mubarak sin que se hayan materializado las demandas de la revolución. Available at: https://www.europapress.es