Poniendo la mirada en Etiopía vemos un país profundamente dividido y no solo por las 81 etnias diferentes que se encuentran en el país sino por la oleada de protestas que lleva sacudiendo el país africano desde hace algo menos de 5 años. Las ultimas protestas comenzaron a mediados de 2020 por el asesinato del músico Haacaaluu Hundessa. Las canciones de este joven se convirtieron en el año 2018 verdaderos himnos para la juventud las cuales les inspirarían para derribar el gobierno de Hailemariam Desalegn.
El cantautor Hundeessa pertenece a la etnia oromo y el asesinato de este ha sido tomado por gran cantidad de jóvenes activistas como un ataque directo contra la etnia. Algunos miembros de la etnia oromo afirma que este ataque es uno más de los tantos debido a que esta comunidad ha sido discriminada históricamente por la minoría gobernante trigray.
Si profundizamos, la cuestión étnica es uno más de los problemas que tiene Etiopía. Podemos decir que Etiopía experimenta una verdadera crisis estructural. Entre los problemas que pasa el país encontramos: una mala gobernanza en gran medida por el mal funcionamiento del sistema federal, deficiente prestación de servicios sociales, pobreza, escasas libertades civiles, corrupción, brutalidad policial y un largo etcétera.
Los jóvenes como en tantos otros Estados africanos llevan la voz cantante en las protestas posiblemente porque en un mundo tan globalizado como el nuestro en el que hay tanta afluencia de información, contenidos etc., se ven claramente las diferencias entre el centro y la periferia en términos de Barry Buzan. Las plataformas de redes sociales tales como Twitter, Facebook o WhatsApp jugaron un papel clave en esta crisis. Fueron utilizadas tanto dentro como fuera (diáspora) para movilizar y organizar protestas antigubernamentales. El gobierno responde con una represión brutal contra los manifestantes (80 muertos) y cortes en el Internet.
El gobierno etíope en 2017 reaccionó de la misma forma y ante las presiones de los manifestantes se vieron en la obligación de hacer concesiones a la población, pero sin gran calado. Estamos hablando de amnistía para algunos presos, reforma en el sistema de representación política y cambios en los presupuestos del Estado.
Ahora como en 2017 los jóvenes continúan apretando y podemos sacar unas lecciones valiosas de la experiencia etíope. En primer lugar, que las redes sociales y los dispositivos electrónicos que podía parecer que jugaban más un papel alienador lo que provocaría que pasemos por alto nuestros problemas reales se están convirtiendo en armas de lucha política en todo África. En segundo, y en último lugar vemos que las protestas seguirán en Etiopía hasta que el gobierno de turno no aborde las cuestiones importantes y solucione los problemas estructurales que tiene el país.
Alejandro Sánchez